martes, marzo 25, 2008

Persecución


Marta se asió fírmemente al asiento trasero, bien segura de sí misma. No se había parado a pensar para qué empezaba esa loca persecución. No tenía tiempo. Era hora de tomar decisiones firmes, sin plantear los porqués, dejándose llevar por la intuición.

Su aparente seguridad se tambaleó al mismo tiempo que su cuerpo con los primeros acelerones y giros bruscos del coche, pero entonces tampoco podía pensar. Bastante tenía con aguantar las arcadas que le sacudían esófago arriba, esófago abajo.

Todo fue relativamente bien hasta la M-30. Allí se impuso la velocidad punta del Mercedes negro, que poco a poco fue sacando unos importantes metros de ventaja. Un camión adelantando los bloqueó unos segundos decisivos, y perdieron definitivamente la silueta del coche.

El taxista, desvió su automóvil por la primera salida y paró en el arcén.

- ¡Mierda! Se nos han escapado los hijos de puta, exclamó golpeando el volante con ambas manos.

- ¡Puagggg!, se escuchó desde atrás, mientras Marta echaba la pota junto a la puerta.

En esos trances estaban cuando otro coche negro con cristales tintados paraba delante de ellos, cortándoles la salida.

Todavía agachada, con la cabeza sujeta con ambas manos, Marta vio una sombra femenina sobre los restos de su vomitera. Su mirada desenfocada por las lágrimas tardó en distinguir la figura, pero antes la voz cálida de la mujer se dirigió a ella con desacostumbrada familiaridad.

- Tú debes ser Marta, ¿no? ¿Te encuentras bien?

Ella dijo sí con la cabeza, incorporándose, con un interrogante en la mirada, pero la mujer se anticipó a la probable pregunta.

- Mi nombre es Marisa.