martes, febrero 03, 2009

Para despejarme


Digamos que había ido a dar una vuelta para despejarse. Algo parecido declarará posteriormente Manuel Escámez, conductor de autobús retirado, delante del agente que le interrogará con cara de no creerse nada.

La excusa ni colará ante el policía, ni se lo tragaría su difunta de habérselo contado en vida, pero a lo mejor es ella, o su ausencia, la que había conducido a aquel jubilado por los alrededores de la Casa de Campo a esas horas de la noche.

¿Qué andaba buscando Manuel Escámez aquella noche en aquel paraje?

Buscaba, probablemente, unos ojos emergentes de una oscuridad espesa, unas curvas excesivas, desafiantes, al borde del camino, unos labios carnosos, una lengua experta, despertando su sexo dormido a un precio acorde con su pensión mínima.

No tuvo tiempo de encontrar nada de eso, pues un bulto extraño le llamó la atención desde la cuneta. Al acercarse y ver aquella figura ensangrentada y deforme, saltó al coche y tuvo ganas de arrancarlo y salir corriendo, pero su conciencia no le dejó girar la llave del todo.

Volvió a bajar, malhumorado y consciente del marrón en el que se metía, marcó en el teléfono móvil el número de la policía, y se acercó al cuerpo para ver si sentía el pulso.

Mientras daba el parte al telefonista de turno, iba pensando si esa noche ralmente necesitaba despejarse o simplemente se le había hecho tarde remando en el estanque.

-.-