jueves, enero 18, 2007
Mensaje en una botella
Ni un sólo tono de incertidumbre llegó a escuchar Marta: un cansino mensaje le advirtió de que el número marcado estaba apagado o fuera de cobertura. Lo siguió intentando varias veces durante la mañana, y por la tarde, hasta que se convenció de que el teléfono no iba a ser descolgado ese día.
Pero tampoco lo fue los siguientes. Continuó intentándolo, pero cada vez con menos insistencia, hasta darlo por imposible. Seguramente durante el tiempo pasado, él habría cambiado de número de teléfono, y ahora le iba a resultar más complicado localizarle.
Ese inconveniente le desanimó al principio, y durante un tiempo abandonó la búsqueda, envuelta en una nebulosa de trabajo que no le dejaba tiempo para pensar en otras cosas.
Un día, sin embargo, notó que las prisas iban a menos; ya podía dedicar algo más de tiempo a leer, escuchar música, e incluso consultar alguna página web en las pausas que se dedicaba cuando terminaba una tarea y empezaba otra.
Sin darse cuenta, un día se sorprendió a sí misma leyendo antiguos correos, y ... decidió escribir.
No sabía cómo no se le había ocurrido antes esa idea. ¡Qué tonta había sido! Conociéndolo no tenía dudas de que le contestaría. Se puso a escribir enseguida, pero las palabras no le venían; no encontraba el tono del mensaje: empezaba uno demasiado íntimo, y lo sustituía por otro más impersonal; comenzaba un largo relato sobre sus intrascendentes vivencias, y lo cambiaba por alguna chorrada reenviada por una de sus amigas.
Tras varios intentos encontró algunas frases que contaban poco de ella, preguntaban algo de él, y mantenían cierto halo de misterio con la intención de provocar la curiosidad. Pulsó la opción de "Enviar" y sonrió satisfecha.
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2 comentarios:
Pues ala, a esperar la contestación (si le contesta, claro), si es que siempre dejamos correr demasiado el tiempo, jejeje.
Un beso, guapetón.
Un mensaje al aire... no quiero imaginar si es respondida o no, prefiero leerlo en tu próxima entrada.
Otro abrazo
Milena
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