Imagen tomada de CajónDesastre
Marta se quedó unos segundos escuchando la ovación mientras unas lágrimas resbalaban por sus mejillas. Descendió las escaleras y salió del garito por un pasillo, entre felicitaciones, hasta encontrarse con el fresco de la puerta.
Allí, escuchó como la gente jaleaba a un nuevo espontáneo, y ella se encontró de nuevo sola, en silencio, tanto como se había sentido mientras cantaba, tanto como lo había estado durante los últimos meses.
Las lágrimas se habían secado ya; el surco salado había dejado su huella y estaba más frío que el resto de la cara, no quedaba ninguno de sus acompañantes, ni nada que hacer allí, así que comenzó a caminar con ese ritmo lento pero armonioso, como el comienzo de una sinfonía, que nunca dejaba indiferente a quien se atrevía a mirar.
Por fortuna el peso de la noche le hizo desear llegar pronto a su casa, y olvidar entre las sábanas su soledad; así sus necesidades físicas dieron unas horas de tregua a las afectivas. A la mañana siguiente fue justo al revés: su cuerpo se tomó justa venganza de los excesos nocturnos y entonces apareció él con mucha mas fuerza en sus pensamientos, rompiendo la barrera defensiva que tan buenos resultados le había proporcionado en los últimos meses.
La secreta e íntima promesa que se hiciera en los días siguientes a la ruptura se deshizo como un castillo de arena, que parece indestructible a los ojos de un niño, pero el implacable roce de las olas es capaz de deshacerlo en minutos. Había decidido no querer saber nada más de él, no llamarle, no preguntar, nada: dejar que el espeso manto del tiempo cubriera poco a poco sus recuerdos como la hierba termina arruinando el camino que ya no es transitado.
Pero esa mañana, por primera vez, Marta sintió la tentación, quiso saber por qué, quiso saber cómo estaba, qué había sido de él, qué tal le trataba el paso del tiempo… ¿Qué mal había en ello? ¿Qué podía perder intentándolo?
Dicen que al lugar donde fuiste feliz no deberías tratar de volver, pero ella decidió desoír esta vez a la voz de su conciencia, buscó en el viejo cajón de sus recuerdos una nota manuscrita con su nombre y su teléfono. Pulsó los nueve números y el botón de confirmación, y esperó. Su corazón empezó a latir con fuerza.
martes, enero 09, 2007
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3 comentarios:
Esperemos que no haya cambiado de teléfono,...ups ¿o si?...nu sé...
Atenta me tienes de nuevo.
Un beso, meu rei.
Ntsch...! No es buena idea lo del teléfono. Pero la mayoría de las veces el corazón no hace caso de las ideas. Ni buenas, ni malas... ¡Que le vamos a hacer...!
Esa tentación cuántos la hemos vivido, cuantas veces he marcado un teléfono, por sólo sentir que el escuchaba que timbraba el teléfono y rogaba que no contestara.
A ver que sigue, aqui siguiendo tus líneas.
Milena
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