- Primero le pondré en antecedentes. Voy a hacerle un resumen de los hechos, tal y como yo pienso que han sucedido. Hay algunas cosas que usted ya sabe, pero le ruego que no me interrumpa. Odio que me interrumpan, - dijo Natacha guardando las formas, pero avisando a su interlocutor de que su paciencia estaba empezando a llegar a su fin.
Sergei no contaba con esa virtud entre las suyas, y las palabras de la chica le sonaron a provocación. Apretó los puños, e hizo ademán de levantarse de la mesa, pero ella le respondió con una mirada fría pero desprovista de afán retador: un gesto que le indicaba claramente que por las malas no iba a conseguir ninguna información de ella, pero que tampoco estaba por la labor de ser pisoteada por nadie. Instintivamente el hombre aflojó las piernas y se dejó caer de nuevo en la silla. Se quedó pensativo, estudiando la situación: aunque no le gustaba dejarse vencer por nadie, tiempo tendría de ajustarle las cuentas a la muchacha y dejar claro quien mandaba allí, pero, de momento no se encontraba en la mejor situación de forzar su voluntad.
- De acuerdo, te escucho. - masculló entre dientes.
Natacha no hizo ninguna demostración de la satisfacción que sentía por haber ganado aquella baza, pero tampoco era tan estúpida como para no pensar que su osadía podía acarrear alguna consecuencia desagradable. Intentaría más tarde suavizar el trato, pues no parecía muy inteligente que dos personas que debían trabajar unidos dispersaran sus fuerzas en luchas internas estériles.
- Nuestro objetivo, como usted de sobra sabe, es un agente checheno. La captaron en la misma dacha de su hermano, del que era su amante, le convencieron de que lo asesinara, y después la sacaron del país. Vino aquí a Madrid, cambió su nombre por el de Sofía, y contactó con un par de agentes nuestros, haciéndose pasar por espía rusa. No fue difícil porque nuestros agentes no eran demasiado expertos y ella, en cambio, tenía mucha información sobre nuestro modo de funcionamiento. Gracias a su ayuda consiguió infiltrarse en la embajada británica, mediante el método más viejo del mundo: se ligó al embajador.
Ella tenía un talento especial para encontrar el eslabón débil de una cadena, cómo aprovechar cualquier situación a su favor, gracias a su acusado instinto de supervivencia. El embajador se quedó prendado al principio de su belleza, y aunque no tenía la obsesión por el sexo que han demostrado algunos colegas suyos, era muy difícil no caer en la tentación. Pero saciado el primer apetito, nuestra mujer encontró un gancho que resultó ser definitivo: el arte. El súbdito de su graciosa majestad era un apasionado de las obras de arte, y un coleccionista compulsivo. Ella tenía los conocimientos suficientes para seguirle la cuerda, y la maña para conseguirle algún objeto raro, gracias a la ayuda de nuestros agentes.
Una vez ganada su confianza, todo resultó muy sencillo. El embajador no le negaba nada, y ella consiguió acceso a los papeles reservados muy pronto, a cambio de dinero, eso sí, del dinero que necesitaba el hombre para satisfacer sus caprichos. La información fue fluida de sus manos a las nuestras, pero , por desgracia, también a la de nuestros enemigos: el MI5 tenía bastante documentada la trama golpista de los chechenos y a sus principales cabecillas, pero éstos siempre recibían el chivatazo antes de que pudiéramos echarles mano.
A pesar de que todos pensábamos que al final daríamos el golpe de mano definitivo, o quizá por ese motivo, la presión aumentó sobre nuestros hombres para conseguir informaciones determinantes y veraces, pero ellos no tenían el temple suficiente para aguantar esa tensión - ya he dicho que no eran muy expertos - y se pusieron nerviosos. Primero, se saltaron a su interlocutor natural, nuestra chica, y fueron a hablar directamente con el embajador. Se dio la circunstancia de que él iba detrás de una importante obra de arte y necesitaba dinero. Así que, tras observar el estado de ansiedad de nuestros agentes, pensó que era una gran oportunidad para pegar un buen pelotazo: les pidió una pasta gansa por un sobre cerrado con el nombre del número 1 de la organización chechena, y el plan que buscaba quitar la vida al mismísimo presidente.
Nuestros hombres cometieron un error más y le anticiparon la pasta, pero el sobre no llegó nunca. Al principio el diplomático iba dando largas, hasta que nuestros chicos se impacientaon, lo citaron una noche en un bar y de allí, pistola en mano, se lo llevaron a su apartamento. Allí no encontraron nada: ni sobres, ni CD, ni obras de arte, y tampoco el dinero. Discutieron, hubo un forcejeo, y al final la pistola se disparó alcanzando la puerta. Eso bastó para desatar la furia de uno de nuestros agentes, que lo acribilló con saña en el suelo.
Salieron corriendo de allí espantados, pero cuando creyeron que todo estaba en calma volvieron sigilosamente al lugar de los hechos, cumpliendo el precepto de que el asesino siempre vuelve al lugar del crimen. Misteriosamente, parecía que nadie se había dado cuenta de lo sucedido. No había rastros de la policía, ni vecinos alterados, ni nada. Cuando ya se disponían a volver a su casa vieron salir a alguien corriendo de la casa, como si le fuera la vida en ello: era Sofía.
Aquella noche la mujer no durmió allí, y tampoco la siguiente. Ellos empezaron a recelar de ella, pensaban que se había quedado con el dinero, y que, además, sabía que ellos eran los asesinos del embajador. La idea de que la mujer molestaba no tardó en obsesionarles, y así, su antigua amiga y aliada se convirtió en su principal enemiga.
Todo se complicó con la aparición del protector de Sofía, un hombre que, saliendo de la nada, ayudó a escapar a nuestra chica de Madrid cuando la volvíamos a tener localizada. Escaparon a Valencia, y les seguimos el rastro, pero ella se dio a la fuga nuevamente, y nuestros hombres se pusieron otra vez nerviosos: pensaron que ella estaba en poder del MI5, y quisieron pactar con los británicos. El resultado ya lo sabes: nuestro objetivo se volvió a fugar con su protector, nuestros agentes fueron arrestados, encarcelados más tarde, y la operación contra los principales cabecillas chechenos desmantelada.
- En ese punto estamos ahora. Hay que averiguar el paradero de la chica, y tenemos bastante poco para empezar: la dirección donde vivía y algún conocido al que habrá que interrogar con mucho tacto.
Algo que, dicho sea de paso, no le sobraba al ruso.
4 comentarios:
Jajajaja
Me encanta
Como provocas
Deberían de hacer de esto una peli de acción
Si, lo mas viejo del mundo es ligarse al tipo de mas influencia
Ains, que malvadas son las mujeres
Yo no me cuento entre ellas
No te olvides que soy una cria y no uso tacones de aguja.
Que bueno
Sigue, amore
Bueno
Eso de interrogar con mucho tacto...En las pelis siempre existe el malo y el bueno
Y de tacto tienen poco, ambos.
Nada,no hagas caso de mis locuras
Creo que voy a meterme otra vez en la cama.
Muacks
Ay, Nikté, Nikté.
Se puede interrogar con mucho tacto. Se puede preguntar sin siquiera utilizar un símbolo de interrogación. Que te cuenten las cosas sin parecer que tienes ningún interés en saberlas es un arte que domináis las mujeres mucho más que los hombres, y créeme no hace falta llevar tacón de aguja. Seguro que tú también sabes.
Besos.
Te voy a contar un secreto...pero que no salga de aqui. Shisssss
Verás: Una vez al mes tengo lo que he llegado en llamar "El día de la bella durmiente"
Duermo por la noche, me levanto en la mañana y me vuelvo a acostar,almuerzo y me pego una siesta, me despierto, ceno y me vuelvo a meter en la cama.
Lo necesito, es como una cura de reposo de tanto trabajo, de tanto trasnochar, de tanto...
Y el otro día fue ese día.
Y no, te equivocas, yo soy de las que preguntan a bocajarro,sin sutilezas.
Muackssssssss
pa este niño grande que escribe
ensayos de novelas en blanco y negro, de mujeres fatales, de hombres trás enigmas
Otro muacks
Es que hoy me levanté cariñosa
¡Que se le va a hacer!
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