miércoles, octubre 17, 2007

El despertar de la bestia

Imagen tomada de www.elfrascodelodio.com

Fue abandonar Marta la casa y sonar el timbre. Salió de nuevo la mujer a recibir, pero enseguida torció el gesto. Enfrente se encontraba una escultural rubia altísima y guapísima, que a duras penas conseguía ocultar a un malhumorado varón de rostro amenazante. A pesar de los buenos modales de la chica, y de su desenvuelto castellano, la señora de la casa no se terminaba de fiar, confiando en un sexto sentido que captaba el contraste entre la suavidad de los rasgos de la cara de la muchacha y la fuerte musculatura que adivinaba en sus anchos hombros y en su pose decidida y desenvuelta. El recelo se agudizó cuando apareció su marido, al que la vista le anuló rápidamente el resto de sentidos. Esta vez fue él quien les hizo pasar.


Natacha llevaba una minifalda no muy corta, pero el incómodo sofa, más bajo de lo normal, contribuyó a subirla un poco más de lo normal, mostrando algo más de la invisible línea que convierte unas piernas bonitas en una peligrosa tentación. No lo hacía a propósito, pero sabía el efecto que causaban sus largas extremidades juntas en lucha por perder la violencia de esa forzada postura, y esta vez pensaba aprovecharlo aumentándolo con unas gotas de alcohol. Por eso aceptó la copa que el hombre le ofrecía: confiaba en que su efecto conseguiría vencer aún más la natural resistencia del hombre a contar detalles incómodos sobre su casa a dos perfectos desconocidos.


Sin embargo había poco que contar, más o menos lo mismo que había escuchado Marta de su esposa unos minutos antes, pero con menor abundancia de detalles, pues el hombre no estaba tan al tanto de los cotilleos de la finca, por lo que sabía bastante menos de Ramón y sus antiguas aventuras en su ahora apacible piso. Convencidos de que aquella simpática pareja de ancianos no conocía realmente el paradero de la mujer que buscaban, se apresuraron a anotar la dirección de la agencia, y se despidieron con pocas alegrías.


Al llegar a la agencia se cruzaron con Marta, que acababa de salir. Era la segunda vez que se la encontraban en tan solo una hora, aunque ninguno de los tres se apercibió de aquella extraña coincidencia. Tampoco les alarmó el hecho de que les atendiera el director del establecimiento en lugar de cualquiera de sus empleados. El hombre, impecablemente vestido con un traje chaqueta gris, camiseta negra ceñida, sin corbata, y zapatos negros relucientes, les atendió con una amplia sonrisa, que destacaba sobre su cara más morena de lo habitual para aquellas fechas:


- Me ha dicho mi secretaria que están interesados en comprar el piso que tienen alquilados los señores Muñiz -dijo el director-

- Sí -respondió Natacha- Estamos recién casados y vamos a residir una buena temporada en España. Una amiga nuestra estuvo viviendo allí y nos habló muy bien del piso. Nos hemos llevado una desilusión al ver que estaba ocupado.

- Sí, está alquilado a estos señores, pero además el piso no está en venta. Tenemos otros que, sin duda, les pueden interesar. Si quieren, se los puedo mostrar.

- No le digo que no, pero venimos de aquel piso y nos ha gustado. Quisiéramos hablar con su propietario para ver si cambia de opinión. Estamos dispuestos a pagarlo muy bien.

- Me temo que no será posible. No estoy autorizado a facilitarles sus datos. Ya saben, esto es una agencia inmobiliaria, y nuestro negocio es precisamente hacer de intermediarios entre los compradores y vendedores de pisos. Tengo instrucciones muy precisas de lo que puedo y no puedo hacer, y entre ellas no está la venta del piso. No obstante, podría comentarlo con el propietario. ¿Han pensado en alguna cifra?

- Pongamos 700.000 €.

- Es una cifra muy tentadora -dijo el director arqueando las cejas- para un piso de 90 metros cuadrados con más de 40 años de antigüedad. Pasen mañana a esta hora y les diré algo -comentó- mientras se levantaba y tendía la mano para estrecharla, como signo inequívoco de que la entrevista había terminado.

El director esperó un tiempo prudencial, después de que la pareja se marchara, y descolgó el teléfono. Pulsó los nueve dígitos de un número que sabía de memoria, aunque no lo había utilizado nunca hasta ahora. Al otro lado, sabía que estaría únicamente la fría voz de un contestador automático, donde se informaba sólo del número de teléfono al que se había llamado. Intentando poner la voz más clara y serena posible, dijo el mensaje convenido:

- La bestia está despertando. Sacad los perros mañana a las 12.



7 comentarios:

Nikté dijo...

Sábes qué?
Que me encantaría saber dibujar.
Me han entrado ganas de hacerlo.
He leido esta entrega viendolo todo como si fuesen tiras de cómic.
Así lo ilustraria yo.
Y que final, madre
Esta tentación me está enganchando
mas de lo que pensaba.

Un beso pa ti y otro pa mi misma
a ver si me duermo.
Muacks

Juanjo Montoliu dijo...

Fíjate. Y yo que pensaba que me había salido una mierda de entrega.

Descansa.

Besos para ti también.

Nikté dijo...

Mierda, mierda, no
A mi me chifla
jajajjajaa
De verdad, me pongo seria.
Pero te podías esmerar más
que yo se como escribes. Aqui te pillo y aqui te mato

Te lanzo un reto:
Cuentamelo tu a tu forma. Me refiero al cuento ese que ha publicao una loca que tu conoces.

Muackses

Nikté dijo...

En la mía.
Encenderé un sándalo, y colocaré velas en vasos de cristal coloreados con ardonos orientales.
Allí te esperaré, y sabré que has llegado en el momento que bajo mi puerta aparezcan los primeros verbos conjugados.

Muacks

Si,se dice así

Nikté dijo...

Te loviusssssssssssss
Muacks

Juanjo Montoliu dijo...

Es lo más bonito que me han dicho en mucho tiempo, aunque sea en inglés, y yo aquí callado, como un gilipollas.
Voy a administrarme unos latigazos.

Nikté dijo...

Pero bueno...Yo tan feliz en mi mundo de colores y tu pegandote latigazos.
No te voy a poder dejar solo
Juajua
Pasaba a darte mis beso de los lunes que va teniendo tintes de ser un clásico por estos lares
Y esta vez como te lo doy?
A ver, a ver...déjame que piense...
Ah sí
Muacks